19 de septiembre 2027
(ejercicio narrativo de ficción, muy apegado a una posible realidad).
Las principales avenidas de la ciudad amanecieron adornadas con pendones donde resalta la imagen sonriente de la nueva gobernadora. Ese domingo 19 de septiembre del 2027, la clase política nayarita parecía no haber dormido. Desde las 12 de la noche, cuando se hizo el cambio simbólico del mando de los elementos de seguridad, todos estaban a la expectativa de los primeros nombramientos por parte de la nueva titular del Poder Ejecutivo.
En una casona para el rumbo del Aguacate, el ya exgobernador Miguel Ángel Navarro Quintero se mira fijamente al espejo. En su rostro no se notan nuevos rastros de fatiga, porque así se le ha visto los últimos años. La barba blanca ya ha poblado su rostro y detrás de los gruesos lentes su mirada denota nostalgia, tristeza, quizá muy en el fondo, algo de arrepentimiento. Ve su reflejo y los anteojos le hacen pensar en él como un nuevo Salvador Allende, aquel médico chileno que llegó al poder después de muchas derrotas electorales y que fue derrocado por un golpe de Estado por lastimar los intereses de la oligarquía chilena y de los Estados Unidos. El doctor Navarro se vio a sí mismo como un Salvador Allende de nuestros tiempos, rodeado de Pinochets. Eran las 6:20 de la mañana.
En la espaciosa casa que construyó durante su gobierno, algunas cosas ya están empacadas. Piensa regresar cuanto antes a vivir a la ciudad de México, donde se mueve mejor que en Nayarit. El pretexto es “dar gobernabilidad a su sucesora”. Los minutos transcurren y se termina de arreglar en medio de un galimatías de pensamientos. Le cala hondo que, durante las últimas semanas, muchos de sus más fieles colaboradores, aquellos que ponían en sus perfiles de redes sociales una fotografía con él, hoy borran los rastros de aquellas muestras de irrestricta fidelidad y los han sustituido por fotografías con la nueva gobernadora. Al galeno le duele, pero no le sorprende. Ya lo esperaba. Piensa en Gabriel Camarena, en Diana López y en el grupo de asesores y operadores jurídico-financieros que tuvo durante su gestión y de los que no sabe nada desde hace semanas, cuando renunciaron al cargo y se fueron a operar a otros estados gobernados por MORENA. Ambos cumplieron las funciones por las que vinieron a Nayarit y se beneficiaron enormemente en el camino. Respecto de la maestra Diana, cumplió su trabajo: operó económicamente para dotar al mandatario de los recursos suficientes para mantener una vida sin apremios económicos en el post gobierno. Camarena hizo lo mismo, aunque no es su nombre ni su afiche el que queman los miles de trabajadores afectados por las reformas que elaboró, es la imagen del gobernador Navarro Quintero, quien es repudiado ya por miles de nayaritas.
Elizabeth López Blanco, la ex todopoderosa directora de SEPEN, pone sus manos sobre los hombros del doctor, quien todavía no se coloca el saco color obscuro para la ceremonia de transición. No dice ella una sola palabra, pero con la mirada le dice todo. Con el último vestigio de poder político que le quedaba, logró meterla al Congreso como diputada plurinominal, algo que no pudo conseguir tres años antes, en 2024. La intención de esa maniobra no sólo era proyectarla políticamente, sino, sobre todo, blindarla de las investigaciones y auditorías que ya se estaban preparando por los desvíos de recursos durante su gestión como directora de SEPEN. Y es que, las campañas políticas de Adán Augusto y los movimientos de respaldo al gobernador no se pagaban solos. Además, preocupaba mucho un delito ya comprobado: haber desanimado a los niños nayaritas a leer, por la forma en la que veían que ella lo hacía, a través de una campaña que sacó en el 2024, donde publicaba videos leyendo, más que para promocionar libros, para posicionar su imagen.
Eran las 7 de la mañana y ya casi era hora de irse al desayuno que sus colaboradores le organizaron en un salón privado. No tenía ánimos, pero tampoco podía tirarse por completo. Tomó un poco de café y se engulló las primeras pastillas del día. No quiso encender la radio y por fortuna, nunca aprendió a utilizar Facebook.
Recibe un mensaje a su teléfono, seco, distante. Es Javier Mercado, quien ahora es asesor de confianza de la nueva gobernadora, lugar al que llegó vendiendo secretos non santos sobre el gobernador saliente y su equipo, tal como lo hizo con su antecesor y con el antecesor de este. Su lenguaje ya no es lacayuno, ha cambiado la imagen del escudo de Nayarit en su WhatsApp por uno donde está acompañado por la nueva gobernadora. El doctor responde con educación, pero también con frialdad.
Arturo Galaviz -el fiel Arturo Galaviz- maneja el vehículo que habrá de llevarlos a la novel diputada y a él hasta el sitio del desayuno. Por llamada, alguien le informa que los maestros y burócratas se han organizado, con el permiso de la nueva mandataria, para arrojar tomates a su paso cuando haga su arribo al recinto oficial sede del cambio de poderes. La imagen de un día como ese, pero de 1999 viene a su memoria. Su exjefe y mentor, Rigoberto Ochoa Zaragoza, no asistió al teatro del pueblo a la ceremonia donde rendiría protesta Antonio Echevarría Domínguez por condiciones adversas similares. La paranoia, que fue la compañera más constante del mandatario los últimos años, hizo su aparición otra vez.
– ¡No serán tomatazos, serán disparos! – dijo mientras apretaba con fuerza la mano de la legisladora, quien había sido también la funcionaria más cercana a sus afectos y con quien desarrolló una confianza que no tuvo con nadie más.
¡me van a matar igual que a Colosio! -decía alterado- no quiero ir a la ceremonia. Ya tienen el poder, no les permitiré humillarme, ni seré un mártir.
La crisis de ansiedad hizo que se demorara, pues hubo necesidad de dar varias vueltas para que tomara fuerzas otra vez. Los excolaboradores, ya desde hacía minutos en el salón de eventos, miraban con insistencia el celular y sus relojes. Querían convivir con su exjefe, pero, sobre todo, querían pedirle los últimos favores: recomendaciones de empleo en la nueva administración, garantías de que no serían perseguidos políticos, apoyo electoral para el 2030, etc. lo que también querían y tal vez con mayor intensidad, era ser los primeros en ir a besar la mano de la nueva mandamás en Nayarit.
Todavía en el coche cierra los ojos un momento. La imagen del arquitecto José Ramón, su hermano, aparece y lo reconforta un poco. Piensa en que, si él hubiera estado a su lado, muchas cosas no habrían sucedido. Piensa también en su madre, una mujer ejemplar que los sacó adelante a él y a sus hermanos.
Viene también el recuerdo de hace seis años, cuando él era el protagonista del día. Cuando todo mundo quería fotos con él y le aplaudían al paso, cuando pensaba en una gestión grandiosa. Cuando lo vinieron a saludar gobernadores, senadores, diputados federales de todo el país. Cuando por fin se había cristalizado su sueño de los últimos 20 años. Todo era diferente ahora. No estuvo presente su mentor, el reconocido delincuente metido a político Pedro Haces Barba, tampoco recibió ni un mensaje de cortesía de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien nunca olvidó que, en los días de precampaña, Navarro se decantó por Adán Augusto y no por ella. Ya lo había dicho el expresidente José López Portillo, lo más difícil del poder era pasar, de un día a otro, de ser a un semidios que todo decide a un demonio social que de todo es culpable.
Esa mañana de domingo, ya a punto de llegar al desayuno, respira hondo y recuerda que así es el poder. Un día lo tienes a manos llenas y pisas a todo mundo, otro día -como ese-, lo pierdes por completo y toca rogar por no ser pisoteado. En todo caso, nada dura para siempre…