La responsabilidad de dar ejemplo.
Anoche Walmart lucía a reventar. Fue difícil encontrar un carrito disponible, había personas por todos lados. Ir a Walmart siempre es un buen pasatiempo para quien esto escribe, ver productos en los pasillos es un gusto culposo que debo confesar, siendo una de mis visitas más recurrentes al pasillo de libros. Allí me encontré a un señor ya mayor, con su nieto. El señor tomaba un libro, leía la parte de atrás y lo dejaba, luego le señalaba a su nieto algún libro con contenido infantil y el niño imitaba a su abuelo, tomaba el libro, lo veía y lo dejaba para luego tomar otro. El niño no debía tener más de cinco años.
Minutos después, el señor dejó de buscar libros para él y se enfocó en explicarle a su pequeño acompañante el contenido de un libro, le explicaba con paciencia y el niño le escuchaba con atención. Al final, lo echaron a la canastilla y se fueron de allí.
Ya para salir, cuando iba empujando mi carrito a la altura de una tienda de lentes, estaba una chava con su hija. Estoy seguro que no fui el único al que llamó la atención, pues había varias personas observándola sin mucho disimulo. La muchacha se estaba tomando selfies o grabando, no lo sé, pero resultaba evidente que posaba para ella misma: parando la trompa, haciendo contorsiones, intentaba diferentes tipos de miradas y permitía que su lengua asomara, intentando tocar su mejilla. Todo eso es normal, pese a que lo hacía justo a la entrada de la óptica, lo que creo que impedía el acceso o salida de los clientes, lo sorprendente es que su niña trataba de imitar con esmero cada movimiento de la joven.
-mamá, yo también quiero salir- le decía la niña a la joven mientras la jalaba de la bolsa del pantalón, para inmediatamente pasar a posar también para la foto.
Siempre había escuchado que los niños imitan el comportamiento de los adultos y que por ello debíamos ser responsables, ayer me quedó más claro que nunca que así es.