En cuestiones de estilo, la veteranía debería ser la mayor de las cualidades. Así lo cree el fotógrafo neoyorquino Ari Seth Cohen, una versión madura de The Sartorialist que recopila en su blog/libro Advanced Style los mejores looks para mayores de sesenta. Lo hace en defensa de un glamour que está a punto de desaparecer y American Apparel le toma la idea para su nueva campaña publicitaria. La presencia en estos anuncios de una debutante Jackie de pelo cano y magnética energía, defiende la marca de ropa, es sin duda una nueva e indirecta victoria para Carmen Dell’Orefice, la modelo en activo más veterana del mundo.
Virginal musa de Salvador Dalí e icono de la agencia Ford Models y de Condé Nast, Carmen Dell’Orefice fue también una de las estafadas por el gigantesco esquema Ponzi de Bernard Madoff. Se quedó arruinada, pero desde entonces y a sus 81 años, pisa la pasarela con más fuerza si cabe. ¿Cómo se sobrevive en una industria que es víctima del tiempo? “He tenido que reinventarme para no competir con una versión más joven de mí misma“, nos cuenta a su paso por el proyecto cultural Liberatum, en Berlín.
Se mueve sobre sus tacones con una soltura que prueba las casi siete décadas que lleva subida a ellos. Asegura que debe la esbelta figura que aún conserva a sus intentos de convertirse en nadadora olímpica y a una fiebre reumática que sufrió durante su infancia. Y es que el nacer poco después del crack del 29 definió su existencia. También el ser fruto del matrimonio fallido entre un músico italiano y una bailarina húngara. “Vivían juntos porque era más barato, pero no pasó mucho tiempo hasta que mi madre echó a mi padre de casa“, recuerda.
Ahora su vida vuelve a verse afectada por el signo (financiero) de los tiempos. Ni la Gran Depresión tuvo efectos tan devastadores para ella como el ser íntima de Bernard Madoff. Era el mejor amigo de su entonces pareja, Norman F. Levy. -“Bernnie fue un brillante traidor durante décadas“-. Muchos piensan que la estafa, con la que perdió todos sus ahorros, fue la razón por la que regresó al trabajo, aunque en realidad solo la situó de nuevo en primer plano. “De pronto me encontré arruinada y demasiado vieja para vender mi cuerpo -bromea-. La verdad es que nunca paré de trabajar. Lo abandoné durante un tiempo para ser madre, pero regresé después de cumplir los cuarenta“.
Y es que su profesión le ha permitido ser el pilar económico de su hogar, primero como hija y luego como esposa, en sus tres matrimonios. “Nunca me casé con un hombre que me mantuviera. Todo lo he pagado yo, así que he tenido la agenda muy apretada en las últimas décadas. Me gusta ser femenina, tampoco lo he vivido como un trabajo. De todos modos no creo que la palabra trabajo sea nociva“.
Cuando la esposa de un fotógrafo de moda se fijó en ella en un autobús, Carmen Dell’Orefice ya se había convertirdo en musa de Salvador Dalí con tan solo 13 años. Le pidió que posara desnuda para él. Sin profundizar en los detalles, insinúa que la experiencia no fue del todo gratificante. “También recuerdo su fuerte acento en inglés y que era un gran manipulador con todo lo que ocurría en su vida. Me llevó a los mejores restaurantes de Nueva York. Para mi fue impactante saltar de la absoluta pobreza a esa situación“.
Aunque ese encuentro fortuito en el transporte público le puso por vez primera ante una cámara, Harper´s
Bazaar rechazó las imágenes al no encontrar fotogenia en ella. No pasó mucho tiempo hasta que obtuvo un contrato con Condé Nast, a mediados de los 40.
Luego fue la propia Eileen Ford, fundadora de la agencia Ford Models, la que la tomó de su mano y le dijo a los grandes del negocio: “Ella es especial“. Entre ellos al fotógrafo Erwin Blumenfeld. Entonces, relata, el mundo de la moda era mucho más exclusivo. “Apenas había revistas. Las sesiones fotográficas se hacían sin estilista, sin apenas maquillaje… se exigía más talento a la modelo“. A partir de entonces lo ha hecho todo en el negocio, desde portadas de Vanity Fair y Vogue a, más adelante, posar para el irreverente Terry Richardson. “No había cumplido los 25 y ya había viajado por todo el mundo. Todas esas experiencias han sido un doctorado en vida“.
, el evento en el que ella representa a la industria de la moda, es una convención diplomático-cultural, un encuentro entre mentes creativas que se reunen en varios puntos del planeta para compartir experiencias. Su anfitrión, Pablo Ganguli, se ha encargado de invitar personalmente a esta leyenda de las pasarelas. Cualquier cosa puede pasar en uno de sus eventos, como que la top británica Lily Cole recite uno de los poemas del Premio Nobel de Literatura Wole Soyinka ante los ojos del escritor o que Carmen Dell’Orefice eclipse en elegancia y sin mucho esfuerzo a uno de los lujosos apartamentos del Soho House de Berlín.
Los que trabajan con ella aseguran que cuando llega al set fotográfico lascelebrities del momento enmudecen ante su presencia. “Yo no soy una celebridad. Soy una mujer trabajadora que resulta ser muy buena en lo que hace“, contesta ella. ¿Alguna otra receta para el éxito? “Nunca fui la chica del momento, quizá por eso estoy durando tanto en esta industria. Por lo demás, equilibrio, firmes convicciones, responsabilizarte de tus elecciones… y fumar poco“.
Tomado de EL PAÍS