En alerta máxima
Vaya, vaya. Se puso el mais a 20
Nayarit Altivo
Este viernes 29 me llevé una desagradable sorpresa.
A resulta, dijo el cora, que me vi en imperiosa obligación de abandonar mi encierro espiritual para ir al encuentro de dinero contante y sonante, capaz de cubrir elementales necesidades en la mesa familiar.
Satisfecho el expediente, antes del mediodía encaminé mis pasos al tradicional local del café Diligencias por la avenida México al sur de la capital nayarita. Al llegar observé que la mayoría de mesas tenía encima las sillas patas arriba. Por fortuna Juanito Rentería, propietario del negocio, se hallaba a la entrada. Pregunté si había servicio, porque vengo a tomar café que huele rico y sabe mejor. Como no, pásale; siéntate allá, me dijo. Obedecí.
No bien había iniciado la lectura de un trabajo periodístico en la revista Proceso, cuando al sitio arribó Rafael González Castillo. Esta vez en la cabeza una cachucha –nunca antes había tenido la dicha de verlo así- y con su respectivo cubrebocas hicieron, de momento, imposible su identificación. Le hice ver que no portaba sus arreos, necesarios para el desempeño de su oficio. Le bastaba con su teléfono celular.
Era el reportero audaz en persona. Singular en su plática, Rafailo me empezó a contar del encuentro que en el pasado tuvo con rudo campesino originario de San Luis de Lozada, su paisano pues (“en San Luis dejé mi ombligo y hasta mi virginidad”). La referencia fue sobre la estatua que del Tigre de Álica mandó colocar el actual gobierno estatal por el rumbo de la avenida Colosio y Aguamilpa en Tepic.
Su paisano en plática informal, no apta para publicación, le detalló con pelos y señales los errores cometidos por el escultor de la obra. Para empezar, Lozada en su vida diaria no montaba un caballo de estima, pura sangre, sino más bien un macho o una mula. La estatua registra a Manuel Lozada con botas y espuelas, cuando es que apenas llegaba al uso de guaraches de tres correas. La silla de montar registra desaciertos, sobre todo en cabeza y teja, así como como en fuste y estribos. La vestimenta que debió ser de manta es de pantalón y chaqueta de dril, lo cual es una grandísima equivocación. Todo lo que a Rafael González Castillo le platicó su paisano es con base en experiencia propia, pero además por decires de su padre y abuelo.
A la tertulia de repente se unió Víctor Carlos Montoya Castellón, quien de entrada, de golpe y porrazo, manifestó que Rafael debe renunciar a su trabajo de comunicador radiofónico. Hace ya algún tiempo forma parte del noticiario en radio que lidera René Ruiz y que además integran las reporteras Aurora Candelas y Lizbeth Álvarez. ¿Por qué?, pregunté a Montoya, quien es ferviente radioescucha del programa “Nayarit Hoy”.
Fue en ese preciso instante que a mi celular entra una llamada de mi estimadísimo amigo Antonio López Arenas, actual dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias de Nayarit (CNC), apéndice del PRI, para desearme parabienes con motivo de mi cumpleaños. Le dije que estaba mal informado, pues el aniversario de mi nacimiento es el seis de noviembre. Pecata minuta. El encuentro telefónico sirvió para fijar cita de reunión. Sin embargo, me llenó de gozo escuchar a mi amigo oriundo de Quimichis, municipio de Tecuala.
Regreso al tema con Montoya, quien reafirmó que Rafa debe renunciar virtud a que toda opinión al aire la contradice inmediatamente René Ruiz. Tiene al propio enemigo en casa. Así no se puede, argumentó Víctor. El aludido esbozó, como es su costumbre, una gran carcajada. Todo se le resbala, le vale madre.
En eso vi que de repente Rafa y Montoya abandonan sus lugares y salen del local. Yo me quedé culiatornillado. Es cuando me sorprende un rápido operativo de elementos de la Guardia Nacional, policía estatal y municipal. Bajan de las unidades y en fila se colocan en la banqueta de entrada al Diligencias con arma embrazada. Al frente dos inspectores. Juanito Rentería, desde el interior, los enfrenta.
Le manifiestan que van a clausurar el negocio, toda vez que la apertura es solo para llevar. El alegato se centró en que yo consumía (café) aplastado en torno a la mesa. Así lo evidenciaba la taza de café frente a mí. Observé que las miradas de decenas de guarneces (decía “El Español”, Francisco Ovejero Los Arcos) se centraban en mí. No soporté más las miradas inquisitorias, me levanté y espeté en su cara: si he cometido alguna irresponsabilidad, no es garantía para que me metan a la cárcel. Luego entonces Juanito Rentería me frenó diciendo: no la bronca es contra mí, tú no tiene nada que ver. Entonces tengo que retirarme, pregunté. Sí, así es, por favor, expresó.
Salí a donde se hallaban mis amigos. Fue de esa manera como me di cuenta que las órdenes del gobernador de Nayarit, Antonio Echevarría García, van en serio. El objetivo es frenar las altas tasas de contagios y decesos por coronavirus que en los últimos días se han registrado en nuestra entidad. Ha dicho el Ejecutivo: “Es momento de parar la pandemia en la entidad, porque la situación es grave, pero puede empeorar; no busco votos ni simpatías, busco salvar vidas y en eso me voy a empeñar hasta el último minuto”. “