Adios Adon Marrujo.
Hace unos minutos me acabo de enterar del fallecimiento del señor Adon Marrujo, un hombre como pocos, al que admiro mucho y quiero más. Desde hace unos minutos, decenas de recuerdos con él se me vinieron a la mente, pero no puedo precisar todavía las condiciones en las que nos encontramos por primera vez. Siento que, a él y a su esposa, doña Lidia, los conociera de siempre, aunque en realidad los conocí gracias al proceso electoral del 2017, donde ellos simpatizaron y apoyaron la causa de Ivideliza Reyes para ser alcaldesa de Tepic y donde también yo pude contar con su generoso apoyo como candidato a regidor.
Don Adón perifoneó las colonias del poniente tepicense con la canción “Caballito de palo” -ese horrible jingle que, sin embargo, puso a bailar a muchas personas y que nos dejó gratos momentos- sin cobrarnos un solo peso, apenas poniendo de condición el que lo hiciera en su tiempo libre, que se le diera una playera de la campaña y que se le brindara un modesto apoyo para gasolina. Cuando aceptó apoyarme, honestamente no imaginaba yo la gran bendición que acababa yo de echarme a cuestas.
Su entusiasmo, su buen humor, su optimismo, el amor con el que veía a doña Lidia, su compañera de vida, su honestidad, se ganaron no solo mi cariño, sino el de todos los que colaboramos en aquella campaña, estoy seguro.
Durante algún recorrido por la colonia el Faisán, coincidimos con la agenda del entonces candidato del PRI a la presidencia municipal, Carlos Saldate. Mientras nosotros no llegábamos a las quince personas entre todo el equipo, Saldate iba acompañado por decenas de personas y un equipo de perifoneo potente, todos bien uniformados y con una coreografía bien planteada. La razón es que ese día lo acompañaría el periodista Antonio Tello, quien sacaría en su medio un reportaje sobre las actividades de campaña de Saldate. Evaluamos la situación y decidimos cambiar la ruta, para no generar confrontaciones con el contingente del PRI. Con un poco de eso que llamamos “agüitamiento”, esperábamos en una banqueta del faisán por la camioneta que nos transportaría a la casa de campaña, cuando escuchamos nuestro jingle de campaña, que se oía mucho más fuerte que la música del contingente priísta. Era medio confuso porque no se escuchaba lejos, sino en la propia colonia, es más, se escuchaba muy cerca de donde estaban las personas del PRI. En eso vimos aparecer la camionetita blanca de don Adón, a la que le había montado una estructura con dos lonas grandes con mi fotografía y dos bocinas potentísimas que habían logrado ahogar la música del PRI y de su candidato, de triste memoria.
Sin saber lo que nos había ocurrido, don Adón Marrujo esa tarde nos inyectó optimismo y alegría. Cuando nos platicó cómo se fue detrás del contingente de Saldate con nuestra música a todo volumen hasta obligarlos a desintegrarse, nos reímos a carcajadas y disfrutamos mucho la correncia. Por si aquello no fuera poco, el señor Marrujo nos hizo un regalo más: con el sol ya dando sus últimos destellos y en medio de una calle mal empedrada, cambió la música de su bocina por una canción romántica y sacó a bailar allí mismo a la señora Lidia. Esa escena nunca se me va a olvidar.
Me siento muy afortunado de haberlo conocido y haber sido bendecido con su amistad. Don Adón Marrujo y su esposa Lidia, son para mí la prueba de que los ángeles existen y que no usan blancas túnicas tienen en sus espaldas hermosas alas, sino que a veces, a los ángeles les gusta la música alegre, perifonear y perseguir ocasionalmente corruptos. Descanse en paz, mi querido señor Marrujo, es un honor para mí, haberlo conocido.
A su esposa, mi entrañable señora Lidia, su hijo Erick y toda su familia, mi abrazo más sincero y todo mi cariño en estos difíciles momentos.