Deberá lamerse sus heridas y aceptar poco a poco su nueva condición
por: José Luis Flores Rosas.
Al tener el 90% de cómputo de la elección se puede precisar con seguridad que el gran perdedor fue el PRI, o mejor dicho el PRI de Roberto Sandoval.
En esta elección los candidatos de Roberto recibieron una tunda por decir lo menos.
Los candidatos de Roberto: Benigno Ramírez en Santiago pierde con 22 puntos, Hector Santana ha quemado sus naves y muy probablemente al ser relacionado con Roberto se despida de la política con una amarga derrota de 10 puntos por abajo de su contrincante.
A Carlos Saldate no le sirvió equivocar tantas veces sus funciones en los cargos previos y meterse a aguador por Tepic y se va al sótano con 13 puntos por debajo incluso de la Independiente Ivideliza.
Margarita Flores es tal vez la más lastimada en su honor pues luego de ir bajando el nivel de sus aspiraciones según el color del termómetro de Roberto desde su deseo por la gobernatura, luego a alcaldesa y finalmente a diputada, su derrota de 3 puntos le indican que de ser senadora debió pelear una regiduría.
El controvertido Roy Gómez no conoce un triunfo desde su gris papel como funcionario municipal primero y después como legislador federal, puestos inflados por su protector Roberto y esta vez pierde con 8 puntos.
De los candidatos de Roberto se salva apenas Candy Yescas, imagen y semejanza de Carmen Salinas en el congreso, ahora tendrá la responsabilidad de gobernar San Blas golpeado por políticas de ocurrencia. Un municipio que exige un gran proyecto inteligente acorde al detonante turístico que amenaza con rebasarla si no se desempeña a la altura.
En términos generales Manuel Cota tuvo muy reducido margen de maniobra con un equipo político impuesto e impregnado con el tufo de la corrupción que representa Roberto. Más aún cuando en su campaña se limitó a “exigir resultados” cuando lo que la gente quería era justicia. Solo un mago podría haber ganado una elección en las condiciones en que Cota enfrentó este proceso.
En Nayarit el PRI es lanzado a los arrabales de la política, no se compara con la derrota de 1999 porque el hastío de Rigoberto Ochoa no llegó a los alcances de soberbia, corrupción e ineptitud que si vimos con Roberto.
El PRI deberá aprender a ver votar en amplia mayoría las iniciativas en las que ellos estén en desacuerdo, deberá sufrir en carne propia el rechazo a la hora de la asamblea, la discusión y el cabildeo, tanto como ellos conocen bien esos terrenos. Deberá lamerse sus heridas y aceptar poco a poco su nueva condición.