Tlatelolco y el campo militar
MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
2 de octubre no se olvida (y con pandemia menos)
Nunca me voy a cansar de repetir que el D.F. es la universidad de la vida; ahí se aprende todo si se quiere, y la propia convulsión y diligencia lo hace a uno al molde. O te aclimatas o te aclichin…..
¿Me fue bien o me fue mal?, usted lo dirá.
Junto con otro compañero de San Luís Potosí, de nombre Felipe Nieto Villagran, quise aprender por mi cuenta y riesgo la vida de esa capital, para muchos maravillosa, CHILANGOLANDIA. Era a mediados del decenio cerca del movimiento médico en 1965, donde 5 mil médicos hicieron un plantón buscando mejores salarios, sueldos y prestaciones.
Yo hablo de 1963, porque ahí en la preparatoria No. 1 de la UNAM conocí a Felipe. Nunca recuerdo ni he conocido a un hombre con esa memoria tan prodigiosa. Diario se “deshuesaba los periódicos del día y las revistas; en los parques en donde había recipientes de basura, se fijaba en las personas que tiraban los diarios y periódicos, como son: la Prensa, Ovaciones, el Esto, Excelsior, Novedades, etc.
Su memoria era tan fotográfica, que repetía lo que se expresaba en las televisiones en ese tiempo de blanco y negro. Conducían Pedro Delile, Ignacio Martínez Carpinteiro, Pedro Ferris, Héctor Martínez, Pepe Alameda, Paco Malgesto, Tomás Perrín, etc. Casi con claridad repetía lo que ellos expresaban. Durante la preparatoria nunca lo vi traer un cuaderno, sino servilletas de la cafetería.
Si alguien le preguntaba determinada clase, además de repetirla, Felipe caracterizaba al maestro, lo imitaba y lo remedaba diciendo todas sus palabras.
Cuando lo hirieron en la plaza de las 3 Culturas en Tlatelolco, entre las ruinas y la Iglesia de Santiago Apóstol, fue porque agitaba una bandera que traía la imagen Carlos Marx, así como la Hoz y el Martillo.
Cursaba dos carreras, medicina y ciencias químicas con un promedio de 10. Ese día fatídico como a las 18:00 horas, estaba en el pasto agonizando, se le oía su voz quebrantada con unas expectoraciones ruidosas, echaba sangre por la boca y la nariz y me dijo.- paisano, ya me dieron en la madre pero ustedes ¡síganle!.
Yo ahí lo encontré porque nos habían bajado del piso 13 donde vivíamos, en el departamento 1315 del edificio Chihuahua, y de ahí nos “acomodaron” en la planta baja los de la DFS, (Dirección Federal de Seguridad), nos metieron a un cuarto muy oscuro y mal oliente donde nos desnudaron y nos dejaron en puras “trusas y tenis”, ahí se guardaban las cosas para aseo del edificio mencionado.
A puros cachazos, culatazos y patadas, nos subieron con otros balaceados a un camión comando, arriba de varios heridos y muertos, unos gritando lastimosamente y otros ensangrentados. Nos dijeron.- No se muevan hijos de su chingada madre, pónganse las manos en la nuca boca-abajo, y el que se levante le vamos a dar en la madre. Todo era consternación, la mente no atinaba a pensar en la realidad que estábamos pasando, disparos, ráfagas, gritos, llantos, lamentos, quejidos, ayes, etc. Todo era un estado de shok, y así nos llevaron al campo militar No. 1. No entendíamos porque tanta saña, tanta crueldad, tantos golpes y tantos madrazos.
Llegando al cuartel nos segregaron y nos pusieron un número verbal. Yo era el 4 del convoy. Obviamente no se oían más que ordenes, gritos majaderías, etc. Un capitán de apellido Silva Poblano me dijo.- así que tú eres mitotero cabrón, pues te quiero decir que aquí no se juega y te lo vamos a demostrar. Yo andaba solamente con mi trusa, mi camiseta de resaque y tenis, no traía ni otra cosa más que mi credencial metálica de la Facultad de Derecho, con mi foto, mi lugar de origen y solo apellido paterno, materno y nombre, más mi número de cuenta que era con lo que nos identificaban, luego me pusieron una venda en los ojos, me amarraron con las manos atrás, y el pinche capitán me dijo.- sabes que te vas a morir hijo de la chingada tú y más de 500 cabrones que agarramos.
Te vamos a dar toques en los huevos, golpes en los oídos, te vamos a meter palillos en las uñas, te vamos a quebrar los dedos uno a uno hasta que nos digas ¿porqué eres comunista hijo de la chingada?.
Ya como a las 11 de la noche me dieron unos 5 culatazos en la panza.- como yo hacía ejercicio tenía una cintura de lavadero, pero ya me sangraba la nariz y un oído, el ejercicio quizás hizo que aguantara tantos madrazos. Todo era correr, tráfico de vehículos, gritos y órdenes, y como a las 3 o 4 de la mañana llegó un amigo de Sinaloa muy madreado que también sangraba de la nariz, de la boca y de los oídos. Quejándose fuertemente me dijo.- El ejército y la Dirección Federal de Seguridad masacraron a un chingo de personas, niños y adultos; a mí me llevaron junto con otros dos a una casa particular de los judiciales, mis compañeros no aguantaron la “calentada”, yo siento que traigo entallamiento de vísceras.
La celda tenía una especie de camas de piedra individual. El amigo después de sollozar me dijo..- están rematando a todos los heridos y poniendo los cadáveres en vehículos oficiales, y que los van a tirar y a enterrar en cada uno de los puntos cardinales, o sea a la salida de Puebla, Hidalgo, Querétaro y Cuernavaca.
Amaneció y como yo nunca he sido militar, no conozco los grados, pero todos le hacían caso a ese capitán que era de Puebla, chaparro, moreno, chonchito de lentes, con una boca de excusado, y a todos les mentaba la madre.
Se dirigió a mí y me preguntó.- ¿Cómo te llamas?, yo contesté: Sergio Ramírez Barba, ¿de dónde eres?, como una luz pasó por mi memoria que el Secretario de la defensa nacional era Marcelino García Barragán, quien en el periodo de Miguel Alemán quiso candidatearse como presidente de la república, y además el grupo de todos los del estado de Jalisco estaban muy fuertes. Yo lo recuerdo bien porque en una manifestación una de nuestras mantas decía.- vete a Jalisco viejo maldito, aquí no te queremos. Así que contesté rápidamente.- De Guadalajara, ¿No eres de Nayarit porque te asocian con un Miguel Castro Bustos?, no señor, yo soy Tapatío, los Barba somos de Jalisco, somos Alteños.
Me preguntaron también el teléfono de Guadalajara, y es que ahí vivía mi hermana y mi madre, porque si tuve. Posteriormente mi madre me dijo que habían preguntado que si ella vivía ahí, y mi madre les contestó que si, eso tal vez salvó mi vida, y además les dijo:- él se quiso ir a estudiar allá, pero yo soy de Jalisco y toda mi familia también.
Pues te vas a morir lejos de tu tierra, ya que aquí vas a quedar. Cada dos o tres horas hacían rondines y nos visitaban, queriendo y exigiendo que dijéramos que éramos comunistas, leninistas, troskistas, y como en realidad no era, sentía templanza y valentía y lo negaba, no por eso me dejaban de pegar con una toalla mojada en la panza. A todos los santos del cielo le pedía que me dieran fuerza para aguantar tanto madrazo.
Como las celdas eran muy oscuras, no se sabía si era de día o de noche, y el tiempo que estuve ahí, solo me dieron 2 bolillos con un poco de balas (frijoles de la olla), y un té sin azúcar, que dijeron que era de cola de caballo. Siempre negué todo y no sabía cuanto tiempo había pasado.
Pero sacando valor y coraje, cuando llegó un tal capitán Mota le dije.- Pues si a huevo me va a hacer decir que soy comunista, a mí de una vez por todas máteme, oyó, máteme, pero eso sí le digo, seré pendejo, rata, hocicón o hijo de la chingada, pero comunista no.
Oía sin escuchar, veía sin distinguir, tenía roto un tímpano y los ruidos me penetraban como si fuera una bocina enorme. Pero ya estaba dispuesto a dejar de sufrir.
En otra visita, un cabo de apellido Ocegueda que era de Michoacán le dijo al capitán.- Señor, ya confirmamos, el apellido Barba es de Jalisco, este cabrón no es de Nayarit. No sé cuanto tiempo pasó, pero creo 3 días, 5 de octubre como a las 6 de la tarde.
Junto con otros 3 amigos, nos subieron a un convoy encuerados y nos tiraron en la glorieta de Legaria, todos madreados llegamos a un puesto de revistas, unos choferes de taxis nos prestaron sus franelas y de ahí hicimos una especie de taparrabos, luego con periódico me confeccioné una camisa con los seguros que detenían los periódicos en su estante. Así junto a los otros amigos, los choferes que nos vieron reconocieron que éramos estudiantes, y nos aconsejaron que mejor nos fuéramos del D.F. si no nos iban a matar los de la D.F.S.
Nos ofrecieron tortas y un refresco, como a las 7 y media caminé hasta la Unidad Tlatelolco hasta donde vivía, casi llegando hasta las 2 de la mañana. Ese día no me dolía nada, pero a los 2 días fui a la clínica La Prensa, y tenía el hígado inflamado, un ojo me bailaba sin música, yo creo que era por tanto estrés, además de 3 costillas rotas, así que me dieron medicamento para atenuar un poco mis dolores.
Tlatelolco estaba callado, había grupos de empleados limpiando la plaza, las escaleras y donde había caído la bengala, estaban cortando el zacate y pintando. Yo tenía un guardadito de cien pesos y dije.- adiós México querido, me voy porque estoy jodido, y así me trepé a mi autobús, que era de la Piedad Cabadas.
Es más, sería bueno que cuando llegue con San Pedro, estos días me los descuente, pues no tenía cabeza para detalles. Fue un gran sueño y una gran experiencia. Con profundo pesar supe que mi amigo Felipe Nieto Villagran había muerto a consecuencia de las heridas y al último le habían dado el tiro de gracia en la cabeza.
Todavía cuando recuerdo o platico esto me da mucho coraje y sentimiento y pienso que la naturaleza había creado abominablemente dos fenómenos humanos que nunca dejaron de ser simios, orangutanes y gorilas. El pinche trompudo Gustavo Díaz Ordaz (más bien mordáz) y el abominable Marcelino García Barragán.
A veces pienso que la muerte fue generosa con ellos, pues debieron de haber pagado por lo menos otros 50 años enfermos.
Pero Dios no cumple antojos ni endereza jorobados.
El hombre atareado y trabajador tiene pocos visitantes ociosos. A la olla que está hirviendo, no acuden las moscas.
CONTINUAREMOS…