El barco sin timón
Punto Crítico
Hay un proverbio árabe que nos recuerda que los hombres somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.
O como dijo Samuel Johnson, es mejor permanecer callado y parecer tonto, que abrir la boca y despejar la duda.
Los periodistas somos de los pocos profesionistas que dejamos constancia escrita de lo pendejos que somos.
Nuestra actividad nos obliga a mal pergeñar algunas páginas en las que mostramos con toda crudeza nuestras fallas de formación, las limitantes culturales que tenemos y lo cretinos que somos la mayoría de los tundemáquinas.
Sin embargo, hemos caído víctimas en la vorágine de la generalización más simplista y cualquiera se siente con el derecho de denostarnos.
Si opinamos a favor de algo somos chayoteros. Si lo hacemos en otro sentido, resulta que no nos dieron chayote.
Estamos atrapados entre la descalificación simplista y la necedad de quienes gracias a las nuevas herramientas de comunicación, ejercen de jueces y son todólogos, chingones que pontifican sobre la paja en el ojo ajeno y no ven su propia miseria.
Es cierto que muchos damos motivo. Desde el que se la lleva invocando que lo inviten a desayunar, hasta delincuentes que se ganan la vida vertiendo boñiga en las redes sociales y se sienten periodistas.
Pero muchos compañeros mantienen la verticalidad de su opinión más allá del natural desconcierto de los cánidos que al vernos pasar, ladran.
Difícil oficio. Difícil momento.
Saludo a mis compañeros de profesión que levantan la voz para pedir a las autoridades que dejen de hacerse pendejos y se pongan a trabajar.
No se rajen profes, sector salud y demás…
Fotos MF de Héctor Gamboa Soto.