Segundo Informe de Gobierno de EPN
Esta vez, el espot fue en vivo: ‘‘México es otro, ya cambió’’
La paradoja está a la vista. El Presidente que ‘‘mueve a México’’ no lo puede convencer.
Por: Arturo Cano
Tomado de La Jornada.
Érase un país que esperaba ansioso el ‘‘mensaje político’’ del Presidente de la República el día de su Informe. Tal discurso contenía, o así se esperaba, las claves del futuro inmediato y anuncios trascendentes que ameritaban ser reservados para la ocasión.
El mensaje del presidente Enrique Peña Nieto es una sorpresa: sin darnos cuenta, sin que lo sepan los 50 millones de pobres o los cientos de miles víctimas de la inseguridad y la violencia, México ya cambió, ya es otro.
El Ejecutivo afirma y aporta números que sus críticos pondrán en duda. Así es y así será. Alrededor del Informe presidencial, las fuerzas políticas se trenzan habitualmente en un desigual duelo de argumentos y cifras frente a los cuales el ciudadano debe ejercer un acto de fe. Si no fuera por la realidad del día a día, claro.
Los casi tres minutos de aplausos que reciben a Peña Nieto dejan claro que no todo es novedad: este sigue siendo el Día del Presidente. Hoy también lo es, claro, de sus invitados especiales e incluso de los vehículos de sus invitados especiales, que encuentran estacionamiento de lujo en la plancha del Zócalo, otrora espacio para la protesta y el festejo.
‘‘México está en movimiento’’, alarga el espot el Presidente y se lleva el aplauso número 21 de los 22 que coronan su comparecencia ya no frente al ‘‘honorable Congreso de la Unión’’, sino frente a las todopoderosas pantallas de la televisión.
Idílicas imágenes tipo Bilbatúa
El espot es en vivo. El Presidente habla, apoyado en dos teleprómters, y a sus espaldas, en dos pantallas gigantescas, se van sucediendo imágenes dignas de un documental de Demetrio Bilbatúa: hombres y mujeres trabajando, campos verdes, fábricas humeantes, carreteras perfectas, niños felices.
‘‘Por primera vez se lograba un gran acuerdo nacional que no surgía de la necesidad de enfrentar una emergencia o una crisis, sino de la voluntad compartida de transformar a México’’, dice Peña Nieto sobre el Pacto por México, y en las pantallas aparece el rostro sonriente del dirigente perredista Jesús Zambrano.
El remate de la pieza oratoria, de poco menos de una hora y media de duración, podría ser la envidia de cualquier manual de autoayuda. ‘‘Un mejor México está en nosotros’’, dice el oriundo de Atlacomulco, luego de dibujar –en uno de los raros pasajes que no echa campanas al vuelo– las dificultades para lograr las reformas.
Viene otro cambio necesario, dice Peña Nieto, quizá más difícil que cualquiera de los conquistados hasta ahora, para hacer posible la transformación completa. ‘‘Me refiero a un cambio de actitud, de mentalidad, a un cambio cultural’’, va cerrando el entrenador que anima al equipo y aplauden, sentados, uno al lado del otro, los líderes del magisterio y los petroleros, Juan Díaz de la Torre y Carlos Romero Deschamps, respectivamente.
El Presidente no se refiere a ninguno de los presentes por sus nombres. Como es su costumbre, sólo menciona sus cargos (la excepción es su esposa). Y fiel a esa costumbre saluda a quienes lo acompañaron en el estrado antes de arrancar su mensaje: ‘‘Valoro que dos representantes de la izquierda mexicana conduzcan los trabajos de ambas cámaras en el Congreso de la Unión. Su presencia en este acto republicano reafirma la vocación democrática, nuestra condición de madurez y de civilidad política, y de normalidad democrática’’. La sonrisa complacida de Luis Miguel Barbosa, presidente del Senado, completa el cuadro.
Barbosa y su par, el diputado Silvano Aureoles, se han cuidado de no sumarse al largo aplauso que recibe a Peña Nieto. Muy cerca de ellos, el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, no dejó de batir palmas. El poder elige a sus interlocutores, dice el clásico. O a sus empleados, completan en las redes sociales los malquerientes del perredismo.
Hecho el pase que pone palomita a una parte de la izquierda, Peña va a sus prioridades. Presumir las ‘‘estructurales’’, claro, es la línea de flotación del discurso:
‘‘Reformar no es sencillo: reformar es pensar de manera distinta a como lo hemos hecho siempre; reformar implica tomar decisiones y asumir costos; reformar es romper ataduras, es sentar bases para un mejor futuro, reformar es atreverse a cambiar’’.
La suma de eslogans no impide que el mandatario atienda a los descreídos: ‘‘¿Qué sigue ahora? Lo que sigue es poner las reformas en acción. Esto es, lograr que los cambios a la Constitución y a las leyes se reflejen en beneficios concretos para toda la población’’.
El país ‘‘que se atrevió a cambiar”
La paradoja está a la vista. El Presidente que ‘‘mueve a México’’ no lo puede convencer.
El Presidente de la reforma educativa está reprobado. Su calificación demoscópica está debajo de los cinco puntos y su principal reforma, la energética, es rechazada por la mayoría de la población.
El Presidente que hace de la pantalla su espacio de diálogo republicano y democrático, el ‘‘producto de la televisión’’, para muchos opositores, no ha sabido comunicar las bondades de sus reformas ni tiene las riendas del país (esto último lo piensa 55 por ciento de los ciudadanos).
No por falta de empeño de Los Pinos. Contra lo que dicen organizaciones civiles e incluso cifras oficiales, el jefe del Ejecutivo ataca su segundo frente (la inseguridad y la violencia), con la afirmación de que se ha reducido la cifra de delitos.
Siguen la pobreza (el aporte sexenal: cambiar el nombre del programa Oportunidades a Prospera), la vivienda y la educación.
El ‘‘cálido y afectuoso’’ saludo al magisterio nacional no alcanza a los 35 mil docentes que también resultaron ‘‘idóneos’’ en la evaluación oficial, pero que no obtuvieron un puesto de trabajo porque sólo, informa Peña Nieto, se asignaron 14 mil 830 puestos.
El mensaje transcurre de la Fórmula 1 a la cultura (en ese orden estricto), de la política exterior a la reforma en telecomunicaciones, del nuevo aeropuerto a la ampliación del Metro, pero en muy pocos casos asoma algún obstáculo.
El obvio que es, además, bandera panista: ‘‘Estoy consciente de que la reforma hacendaria está demandando de los mexicanos un esfuerzo adicional… La obligación del gobierno de la República es asegurar que los recursos que los mexicanos aportan al Estado se inviertan con honestidad y transparencia, y en más obras y programas que sirvan a la gente’’. (Aplausos).
‘‘… sancionar a cualquiera que atente contra el patrimonio natural de los mexicanos’’ (en obvia referencia al derrame de la empresa de Germán Larrea. Más aplausos).
Palabras recurrentes
Si el contador de palabras no miente, las prioridades del gobierno de Enrique Peña Nieto quedan claras en su mensaje. La palabra ‘‘reforma’’ y sus variantes: 77 veces. Democracia, 8. Seguridad, 15. Corrupción, 1.
Llegada la hora del ‘‘Estado eficaz’’ que delineara como gobernador mexiquense, Peña Nieto ya no ofrece un futuro promisorio, sino una realidad tangible: ‘‘Hoy, México ya está en movimiento. Si algo nos tiene que quedar muy claro es que éste NO es el país de antes, este es el México que ya se atrevió a cambiar’’.
La salida de los invitados especiales es lenta. Desalojar el asta bandera lleva su tiempo. El dietista Miguel Ángel Mancera aprovecha para valorar que, en relación con la capital del país, el mensaje haya sido ‘‘muy nutrido’’.
Detrás de las vallas no hay nadie que increpe a los invitados. El lugar de los habituales gritones es ocupado por la mayor concentración de vehículos blindados en la historia nacional.
Qué bueno que ya cambiamos y no somos más lo que éramos.
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